Periodistas, conductoras y transgresoras: la huella de las mujeres en la historia de los medios de comunicación santiagueños

Desde las actrices de compañías de teatro que llegaron a LV11 en la década del 40 hasta las periodistas que se ganaron un lugar con rigurosas investigaciones y columnas en la prensa gráfica en la década del 90, hay una larga y desconocida historia de las mujeres en los medios santiagueños. Este trabajo recupera los rastros de algunas de las pioneras que dejaron huella en la radio, la televisión y la gráfica de nuestra provincia.

 

Por Cecilia Tarantino, Lucio Medina Encalada y Omar Estanciero

 

Según recuerda Fernando “el Pibe” Hernández, uno de los últimos sobrevivientes de la primera generación de locutores radiales santiagueños, Blanca Rajal fue la primera mujer en incorporarse a las filas de la vieja LV11 Radio del Norte, que inauguró la radiodifusión santiagueña en 1937. Rajal era una de las principales figuras femeninas que integraban la compañía teatral del Instituto de Arte, que había sido impulsado la Sociedad Sarmiento en 1945. En sus memorias, Hernández menciona también a Mercedes Ibarra, Cristian Neirot (Oliva di Pietro, su verdadero nombre), Elva Inés Ríos y Cristina Córdoba, quienes también provenían del mundo del teatro y cumplieron distintas funciones en este medio.

La inexistencia o inaccesibilidad de archivos hace difícil establecer fechas y precisiones, pero los testimonios orales de la época permiten estimar que las primeras apariciones femeninas en la radio fueron ganando terreno entre las décadas del 40 al 60, donde el aporte laboral fue a través de la locución, mediante la lectura de publicidad y otro tipo de intervenciones, pero no tenían vinculación a la lectura de boletines informativos. [1]

 

Una mujer detrás de la música de Radio Nacional y Radio del Norte

Cristina Marambio fue una de las primeras mujeres que cumplió roles distintos, cuando la radio santiagueña comenzó a crecer y diversificarse. Empezó a los 18 años en LV11 Radio del Norte hasta que al siguiente, el 31 de julio de 1971, esta frecuencia dejó de existir para comenzar a transmitir como LRA21 Radio Nacional Santiago del Estero, desde los mismos estudios en calle Libertad 251 de la ciudad capital con parte del personal la antigua radio. Santiago inauguraba así su filial de la radio pública, mientras que la vieja señal de LV11, la radio privada, fue licitada y entregada a empresarios del sector privado. Ella misma recuerda aquellos años:

“En el año 1971, luego de tres años de ser personal contratado, en los inicios de Radio Nacional, paso a formar parte de la planta permanente de la emisora. Si bien nunca realicé tareas de periodista, desde mis inicios formé parte de la discotecaria, le pasaba a cada operador una lista con los temas que debían salir al aire. La misma lista era remitida al locutor para que al aire, de los nombres de las canciones, un trabajo que se realizaba todos los días haciéndolos firmar tanto al locutor como al operador por duplicado, para así llevar el registro correspondiente de lo que se emitía al aire. Idéntico trabajo se realizaba en LV11 y en la actualidad son en las dos únicas radios que se continúa trabajando de igual manera”.

Ahondando sobre su trabajo en la radio, específicamente sobre la discoteca, Cristina comenta que “primero se chequeaban los long play y los simples que luego se convirtieron en CD´s, para corroborar que no estén rayados y la música salga sin interferencias al aire Completábamos una planilla para el locutor y el operador teniendo como rutina de trabajo iniciando con lo denominado “Amanecer santiagueño”, es decir, música folclórica, un espacio de media hora de música clásica con valses vieneses o fragmentos de conciertos, y se continuaba con la programación diaria que en ese entonces era tango y latinos. Los fines de semana se incorporaban zarzuelas, conciertos los días domingo, jazz, también chequeados por las discotecaria durante la semana, con la particularidad de que durante mis años en la discoteca no se difundía la cumbia como género musical”.

Comenta que luego en sus últimos años dentro del staff de Radio Nacional, se desempeñó en el área comercial, es decir, en lo que refiere a la venta de publicidad. “Era una tarea que requiere una convicción de trabajo, ya que implicaba la venta de los espacios publicitarios a quienes les podía llegar a interesar la promoción de sus servicios y/o productos. A los 65 años y formando parte del área comercial, me jubilo”.

 

Marina Ruiz, la locutora más joven de LV11

Marina Ruiz tenía apenas 14 años cuando, acompañada por su hermano, decidió animarse a probar suerte con una entrevista laboral en la radio, que había sido siempre su sueño. Eso fue a comienzos de los años 80, cuando la emisora ya contaba con reconocidas conductoras y voces comerciales, entre las que se contaban Norma Filas, Zuly Braia, Marta Bazzarelli, o Teresita Gómez. Marina Ruiz, que llegó por esos años, recuerda que ellas eran las primeras locutoras de la radio que, desde la década del 70 pertenecía al grupo empresario Cantos. Pero aclara, sobre el rol que tenían: “Siempre acompañando, no conduciendo, porque el conductor tenía que ser varón y la co-conductora tenía que ser mujer”.

Mucho tiempo debió pasar para que la mujer tuviera un lugar de mayor protagonismo. [2]

Entre otras de las curiosidades, Marina asegura que Graciela Quiroga fue la primera mujer locutora de LV11 en realizar servicios informativos. “Ella es periodista, pero no se estilaba en los años 80 que las mujeres hagan informativos, y después de ella, me incorporé yo, y estuvimos las dos por varios años haciendo los flashes de noticias (refiere al boletín informativo) que se desarrollaba en apenas 3 minutos y cada hora”, explica. En la actualidad, la periodista Graciela Quiroga continúa siendo la voz junto a Raúl Díaz, de los boletines informativos de todas las mañanas de LV11.

Fue el ex gerente de LV11, Rubén Chorén Martínez, quien vio las condiciones de Marina Ruiz para que, siendo tan joven, pudiera incorporarse a la radio. Le brindó entonces una oportunidad laboral y sobre todo, poder cumplir su sueño de hacer radio. “Me hizo leer avisos comerciales, leí un cuento, y luego terminó por aceptarme para trabajar en la radio, y así fue como un día viernes, me dijo que iba arrancar a trabajar un lunes, para el programa El Trompo de 8 a 12, con Juan Manuel Carabajal en la conducción; Rubén Favarolo en las noticias, Rogelio Llapur en deportes y mi voz para los avisos comerciales”, evoca.

“Tenía 14 años y necesitaban (los directivos de la radio) hablar con mis padres porque era menor de edad – recuerda Marina – recién a los dos o tres días que yo había arrancado, mi papá me preguntó cuando llegué a casa si había escuchado la “voz nueva” en LV11. Y yo le decía que sí, que sonaba lindo “esa voz nueva” de la radio”, explica, de aquello que no supo cómo decirle a su propio padre de que esa voz “nueva y linda” de la radio era su propia hija Marina. Aquellas primeras pruebas terminaron de convencer a su padre y Ruiz desde entonces siguió adelante en aquello que tanto la apasionaba: la radio.

Un dato curioso que se desprende en la entrevista para este trabajo con Marina es cuando reveló que su voz sólo era útil para los avisos comerciales, y tuvieron que pasar varios años para recién poder trabajar en su primer programa radial, donde oficiaba de co-conductora (con un hombre), y otros años más para recién conducir un programa sola.

Marina empezó luego a estudiar la carrera de locución que en la década del 80 se dictaba en Radio Nacional, hasta que dejó de obtener permisos, lo que la obligó a comprometerse de lleno con su trabajo en la radio. “A mí me gustaban mucho las noticias, pero esa época no aceptaban prácticamente la voz femenina para leer noticias en radio. Lloraba todos los días, porque tenía que ir a la radio, porque extrañaba a mis padres o porque en la radio mis compañeros me hacían burla y yo sentía que me faltaban al respeto, hasta que me acostumbré a no llevarles el apunte. Me gastaban diciéndome ´hacé los comerciales y después si quieres seguí llorando´”, comenta hoy en tono risueño, pero que por ese entonces le incomodó como adolescente, aun así, siente que no en vano siguió con su carrera para ganarse un lugar hasta poder dar con su propósito de contar con su propio espacio radial: “Latidos”, el programa que ella mismo ideó y aún mantiene su vigencia, siempre en LV11.

A pesar de haber sido muy joven para un contexto de trabajo exigente y con locutores de experiencia en aquellos primeros años de los ochenta, Ruiz mira hacia atrás y no siente rencor por algunos malos ratos vividos. “Decían malas palabras para verme llorar pero nunca tuve malos tratos hacia mi persona, ni percibí casos de machismo. No notaba que era una agresión, solo eran chistes pesados pero fui muy bien tratada por compañeros y directivos. Yo era “la nena, la chiquita”, y todo le contaba al director, hasta que me acostumbré a ese ritmo de trabajo”, recuerda sobre aquellos años en que le tocó empezar, siendo una adolescente. Aunque ella lo desestime, el maltrato parecía ser algo naturalizado.

Marina revela que se había acostumbrado a tener siempre una figura masculina en la conducción, hasta que uno de los directivos le dijo: “Basta Marina, no pidas más conducir con un hombre ¿acaso no te encuentras capaz de hacerlo vos sola?…” y así fue como se animó después de mucho tiempo a encarar su programa por LV11, donde está actualmente desde hace ya más de 37 años.

 

Graciela Quiroga: a la radio porque no querían mujeres en el diario

“Por sugerencia de mi madre ingresé en el año 1981 a trabajar en LV11, ya que por ese entonces la locución no era mi atracción –expresa Graciela Quiroga– afortunadamente con el tiempo aprendí a amar este oficio gracias a la conexión que tengo con la audiencia”, comenta, al rememorar sus inicios en la radio, sintiéndose hoy una “afortunada” de formar parte de la historia del medio de comunicación que le abrió las puertas para trabajar.

Su gusto por el periodismo empezó desde chica cuando descubrió el disfrute que le generaba la lectura, que le permitió incursionar en la redacción. “Me apasionaba contar a mi manera las vivencias, describir los hechos desde mi forma de concebir el mundo, eso permitió que sea buena alumna en lengua y en la secundaria en la Escuela Normal Manuel Belgrano egresada del Bachillerato en Letras, y creo firmemente que es lo que me permitió elegir ser periodista durante mi adolescencia”.

Emocionada por querer estudiar periodismo, Graciela contó por aquel año a su familia la decisión, pero le recomendaron buscar otra profesión: “Porque en la provincia por ese entonces, había pocos medios de comunicación para desempeñarse y los que existían, tenían pocas mujeres en su plantel”, cuenta Graciela. Frustrada, inició entonces sus estudios en el Profesorado en Literatura, que luego debió abandonar por razones de salud.

“Superado el problema de salud y con más convicción que nunca, ingreso a la Escuela de Periodismo Mariano Moreno y durante el cursado, realizo prácticas en Canal 7, en un semanario de espectáculos y en el diario El Liberal como freelance en el año 1979, es decir, me pagaban por notas realizadas, puesto que según el secretario de redacción de ese momento, Julio Boente, no querían mujeres dentro del medio”.

Fue antes de recibirse como periodista que por consejo de su mamá ingresó a trabajar como locutora en LV11. “Fue un mundo completamente nuevo, donde debía experimentar y contar con palabras lo que durante mucho tiempo escribí, y a medida que el tiempo pasaba, el gusto por la locución fue ganando mi corazón”, comenta.

“Sin duda creo que en esa época (década del 80) la mujer ocupaba espacios de menor prestigio en comparación con los hombres, ya que mis inicios en cada programa radial era encabezado por un hombre y como co-conductoras las mujeres – cuenta Graciela, en sintonía con el relato de Marina Ruíz – esto se reflejaba en el trato con los compañeros, siendo los que mayor experiencias tenían y minimizaban el trabajo de la mujer dentro del medio de comunicación”.

Agrega además que “se notaba la preponderancia del hombre al frente del programa; era notoria esa desigualdad ya que si bien podíamos sugerir temas o contenidos, la última palabra la tenía el conductor o gerente que también era un hombre”, revela, sobre aquel sesgo machista por el que pasaron muchas conductoras de esta emisora.

Hoy Graciela Quiroga es una referente indiscutida de la radio en la provincia, luego de haberse ganado el lugar y de haber sabido aprovechar cada situación vivida. “Jamás me sentí inferior a nadie, pese a las situaciones quizá propias de un contexto social y de reciente surgimiento de los medios. Todo me sirvió: la experiencia del compañero con años de trabajo, la frescura del que recién entraba con propuestas nuevas, la incorporación paulatina de mujeres que por aquel entonces eran seis solamente, todo el cambio social en cuanto a la mujer y su lucha por la igualdad fue vivida desde otro lugar estando dentro de un medio de comunicación, eso permitió que hoy reafirme con toda mi convicción el haber decidido ser periodista en la década de los 80”, reconoce.

Hoy Quiroga se desempeña como periodista en el programa “A Primera Hora” junto a Raúl Díaz de lunes a viernes de 6 a 8 y en el programa “Agenda Matinal”. También acompaña a Javier Díaz Sandoval y a Marta Inés Cantos en “Los Domingos con Marta Inés” de 10 a 12.

 

Las primeras periodistas gráficas

El diario La Hora se publicó durante medio siglo, entre 1928 y 1976. Es el diario más longevo de la historia de Santiago del Estero después de El Liberal. Durante esos cincuenta años fue su principal competidor y en algunos años llegó a tirar y vender más ejemplares. Fue una empresa familiar que pasó por dos generaciones y distintos períodos políticos. Según las memorias de uno de sus periodistas, César Leovino Suárez, en la década del 60 se desempeñó en su redacción la señora Yoverás de Cárdenas: “Hasta donde yo sé, fue de las primeras mujeres en hacer periodismo, no recuerdo que hubiera otras mujeres en esa época”, señaló Suárez.

Hasta la década del 90, en general, la puerta de los diarios estuvo prácticamente cerrada para las mujeres.

En ese sentido el primero en innovar fu el Nuevo Diario, fundado en 1991 y que lleva 28 años de trayectoria. La periodista Analia Navarro explica que Nuevo Diario “se caracterizó siempre por incorporar profesionales mujeres” y que fue uno de los primeros medios en hacerlo, ya que en sus orígenes “el 50 % del staff del diario fue femenino, perfectamente distribuido”.

Navarro se mantuvo en actividad en este medio hasta el 2018, y fue la que más perduró desde sus inicios junto a Silvina Montenegro (actualmente en funciones), desempeñando un amplio trabajo en distintas secciones del medio: principalmente en Religión, Espectáculos, y Policiales.

“Yo estaba a punto de recibirme de docente en Educación Inicial –continuó Navarro– cuando me surgió la necesidad de querer informar la realidad local desde una óptica diferente. Me atrajo el desafío y al mismo tiempo que en Santiago del Estero nacía un nuevo medio de comunicación como opción para el lector. Casualmente Nuevo Diario fue quien me abrió sus puertas en mis primeros pasos”.

Comenzó en la sección Interés General, hoy denominada Sociedad. “Empecé con informes, luego me especialicé en temas religiosos. Con los años, hice coberturas políticas, fui enviada especial a Chile para cubrir el rescate de los 33 mineros. Y en mi última etapa fui jefa de sección, que incluyó la responsabilidad de sacar la edición de papel durante varios días”, comenta sobre aquellas actividades. Remarca que no sólo debió ocupar funciones de responsabilidad, sino que casi siempre contó con mujeres para la elaboración de las noticias del día.

 

Un suplemento feminista

Ser periodista en Nuevo Diario implicaba un reto muy especial en lo profesional a pesar de los riesgos, atento a la falta de herramientas necesarias para poder desempeñar un trabajo periodístico cómodo y eficiente como lo exigían sus directivos, sumado a los exiguos salarios que atravesaron los periodistas. Este tema era el principal inconveniente, motivo de renuncias y corta permanencia de estos trabajadores en el medio. “Aprendimos a hacer de todo, había que llenar páginas y teníamos libertad de crear secciones y columnas hasta de humor, pero sin salirnos del eje de lo informativo, buscando también la veta del entretenimiento. Recuerdo de un suplemento que nos tocaba armar la tapa como si fuera un bricolaje, era entretenido y se compartía todo en equipo porque el diario tenía que estar en la calle”, comentó una fuente vinculada laboralmente por un tiempo a Nuevo Diario a principios de los años noventa, y que prefirió reservar su nombre.

La periodista Mónica Moya, ya alejada del mundo de los medios y actualmente radicada en Tucumán, también contó cómo fue su experiencia laboral en Nuevo Diario en aquellos primeros años de los noventa: “Cuando cursaba el segundo año de la carrera, me presenté a pedir trabajo en Nuevo Diario, que acababa de inaugurarse. Tuve una entrevista con el jefe de redacción de la época, Daniel Frediani, que algo debió haber visto en mí porque al día siguiente ya era una periodista más del grupo. Cubría las noticias locales, del municipio y de todo un poco, mientras aprendía los primeros secretos de ese oficio en el que las páginas del diario se armaban con tipografías hechas en plomo. Allí tuve la oportunidad de crear un suplemento feminista, debe haber sido de los primeros en Santiago”.

El suplemento al que refiere Moya es “Páginas Rosadas”, que según lo describe – y a pesar del nombre –  “era una suerte de reivindicación feminista, completamente imprudente y auténtica. En sus tapas había nalgas de hombres (¡por qué cosificar sólo a las mujeres!) y una columna de opinión semanal, que funcionaba como una especie de diario mío, íntimo, pero completamente público”, explica Moya.

“Trabajé allí durante un año hasta que me convocaron de El Liberal, todo un logro ya que se imponía como el medio más importante de la provincia, a punto de cumplir su primer siglo de vida –relata Mónica–. En la entrevista, uno de los directores del matutino abrió grandes sus ojos celestes cuando le conté que era la creadora de Páginas Rosadas: ‘¿De verdad? –se asombró– ¡Pero pareces una señorita!´, me dijo”.

Los casos de Mónica Moya y Analía Navarro son apenas dos ejemplos de aquellas primeras mujeres periodistas que dejaron su huella en este medio gráfico que desde sus inicios, tuvo siempre la particularidad de incorporar todos los años a trabajadoras para desempeñar este oficio. Si bien la gran mayoría –al igual que los hombres– reconoce haber formado allí sus primeras armas en el periodismo, muchas de ellas buscaron otros rumbos, en algunos medios de comunicación de la provincia o incluso en otras profesiones.

 

El Liberal, más reacio a las mujeres

El diario centenario de la provincia tuvo una mayor incorporación femenina en su staff periodístico recién una vez entrada la década del 90, aunque tiempo atrás, hubo algunos casos aislados de mujeres que desempeñaron su actividad en períodos cortos, y otras en calidad de colaboradoras.

El caso más conocido fue el de la escritora, poeta y cuentista Clementina Rosa Quenel, quien en octubre del año 1974 fue nombrada corresponsal honoraria de la redacción de El Liberal.

Los registros documentales que se conservan en la publicación especial del Cincuentenario de El Liberal (1898-1948), hacen mención de dos crónicas publicadas por Quenel como corresponsal, y una de esas notas se titula “La plástica de Santiago nace en años de montoneras y caudillos”. Hay además un relato nostálgico que rememora “Los patios viejos” de Santiago del Estero. Son dos claros ejemplos que muestran la pluma exquisita de una mujer vinculada al mundo literario y capaz de describir la belleza de las artes y también de los acontecimientos importantes de la vida social de Santiago de la década del 40.[3]

Un dato no menor es que Clementina fue la primera mujer en integrar el grupo cultural La Brasa, compuesto íntegramente por hombres intelectuales, pero su tesón y ganas de inmiscuirse en el quehacer cultural de esos años, la llevó a formar parte de este grupo.

Quizá el hecho de poder pertenecer a este grupo cultural, le permitió también poder arrimarse a otras áreas vinculadas a la escritura, como el caso del periodismo. En El Liberal publicó entre las décadas del 40 y el 70. No formó parte de la redacción, si no que se desempeñó como “corresponsal honoraria” del diario, otro mundo donde también abundaban solamente los hombres periodistas, lo que la convirtió en una de las primeras en el oficio al menos en este diario.

Según el profesor y doctor en Letras, José Andrés Rivas, el antiguo reglamento que se manejaba en la prensa argentina a mediados del siglo XX decía que a partir de un número aproximado de colaboraciones por mes (que podrían ser entre 20 o 25), se otorgaba a ese colaborador/a un carnet que lo acreditaba como “corresponsal honorario”, que se presume que podía haber sido ese el caso de Quenel con El Liberal.

“Ella trató de escribir y afianzar a su modo lo que estaba haciendo, porque estaba convencida y con esa queja tal vez inútil, pero queja al fin, era el modo como se manifestaba la palabra de una mujer que estaba siendo postergada y dejada de lado por esa sociedad dónde ella vivía”, resaltó Rivas, en reconocimiento a su extensa y casi olvidada trayectoria como mujer vinculada no sólo al arte y la escritura, sino también al periodismo en Santiago del Estero.

Fue también en El Liberal donde años posteriores a la participación de Quenel, se destacó también como periodista María Angélica Alfonsín Jeréz, quien hacía radio teatro en la vieja Radio del Norte. Más tarde se recibió de docente y paralelamente escribía para el diario, según contó don Cesar Leovino Suárez, ex cronista del desaparecido diario provincial La Hora.

La publicación especial por el aniversario del Cincuentenario del diario El Liberal (1898-1948), rememora entre sus amarillentas páginas a algunos antiguos cronistas hombres, y menciona a Mercedes Ponce Ruiz, hermana de un conocido trabajador de la prensa de los años 40, Rómulo Ponce Ruiz, y destaca que su hermana “escribía crónicas del lugar donde ejercía el magisterio o relatos con elegante estilo literario…”.

La licenciada en Historia, Silvia Piccoli, trabajó en la redacción de El Liberal durante los años 90. Cuenta que se desempeñó primero como redactora de notas de las secciones de Educación y Cultura, también hizo entrevistas y reportes especiales sobre patrimonio arquitectónico y artístico. “Después de esas experiencias, empecé a desempeñarme como responsable de la página de opinión, en la redacción de editoriales y en la edición de la sección de Cartas de Lectores. También tuve a mi cargo la redacción y edición de una sección dominical que apareció durante casi tres años, la Página de Memorias, en la que relataba episodios del pasado de Santiago del Estero, a partir de pequeñas investigaciones realizadas en el archivo del diario y que incluía personajes, anécdotas, lugares y datos curiosos, imágenes y situaciones, en un tono a la vez literario e histórico”, detalló.

El trato entre compañeros (mujeres y varones), es otros de los temas que Silvia analiza: “Diría que las mujeres en ese entonces éramos menos que los hombres, aunque no considero que hayamos ocupado espacios de menor prestigio ni poder, puesto que en el propio directorio del diario había mujeres con gran poder de decisión en la línea editorial, entre otras cuestiones. Sí pienso –y es una valoración muy personal- que en aquellos años había una ‘mirada machista’ sobre el oficio periodístico de parte de las propias mujeres. Porque que la cuestión de género no estaba tan instalada sino que más bien empezaba a gestarse muy tímidamente ya que, hasta ese momento y por la forma en que se hacía periodismo, la concepción de la profesión se vinculaba a condiciones eminentemente masculinas. Creo que era un periodismo mucho más combativo y aguerrido, se hacía mucha investigación con una frecuencia cotidiana, y esas condiciones requerían de perfiles ‘duros’. Hoy, esas consideraciones son totalmente obsoletas y se encuentran afortunadamente superadas”.

 

Mujeres editorialistas y la educación como un pilar

Otras de las proyecciones innovadoras encaradas desde El Liberal la protagonizó Ana Castiglione, que era parte de la familia propietaria del diario, y desempeñó tareas entre 1989 y 2001. Su principal proyecto fue “El Diario en la Escuela”, una propuesta clave desde el diario que procuraba hacer el “gancho” con el ámbito educativo, con el abordaje de distintos temas e iniciativas de la que rápidamente se sintieron parte los y las docentes de la provincia, no solo por el contenido útil para el trabajo en el aula sino por la posibilidad de brindar capacitaciones y charlas de interés abiertas a los educadores de la provincia.

“Me había formado como profesora en Ciencias de la Educación –cuenta Ana– y a fines de la década del 80, las empresas periodísticas de la Argentina comenzaron a desarrollar acciones para vincular los diarios con las escuelas y El Liberal se sumó a esa movida”.

Continúa: “Llegamos a desarrollar jornadas en puntos bien alejados de la provincia y a la entrega de diarios de devolución a las escuelas del lugar que los solicitasen. Eso fue creciendo y para mí significó el descubrimiento del trabajo en el diario como una actividad atrapante. En el Departamento del Diario En la Escuela comencé sola, estaba destinado inicialmente a los docentes, pero pronto también pensamos en ofrecer la oportunidad a los niños y adolescentes de conocer el diario y el trabajo del periodista desde adentro, y así fue cómo se inició el desarrollo de los talleres de periodismo para chicos en el ámbito de El Liberal”. Con esta experiencia, todas las semanas, la redacción se inundaba de jóvenes que interactuaban con el personal del diario que, según Ana, hasta llegó a convertirse en un espacio que despertaba vocaciones por el periodismo.

En 1990 Ana tuvo otro desafío importante cuando comenzó a participar del equipo de editorialistas de El Liberal que semanalmente se reunía para tratar las temáticas que se abordarían en la sección editorial de cada día. “Obviamente que mi tema era la educación, pero también incursioné en cuestiones culturales, problemáticas sociales, violencia de género, violencia en general, temas que me interesaban. Estaba informada y en consecuencia se decidía que escribiera editoriales acerca de esos temas”, recuerda.

Un ejemplo memorable que Ana Castiglione recuerda de sus tiempos de editorialista fue cuando propuso escribir sobre la ley de cupo femenino en la Cámara de Diputados de la provincia. “Fue una editorial donde reflexionaba que la cuestión no se resolvía en lo cuantitativo -misma cantidad de hombres y de mujeres-, porque de nuevo se ponía fuera de foco el mérito y caíamos en el desconocimiento de las genuinas competencias de alguien, sea varón o mujer, para ocupar un cargo”, contó, del tema que en su momento fue debatido tanto en la Legislatura y tuvo una importante repercusión mediática a partir del tratamiento realizado desde el diario.

En el equipo de editorialistas de El Liberal había otra mujer: Adriana Del Vitto, licenciada en Letras, docente, escritora y poeta. Junto a Ana coincidía en temas y perspectivas acerca de la educación y cultura. Ingresó como correctora y luego pasó a la redacción, donde escribió notas de interés general, entrevistas y columnas sobre temas de actualidad y vida cotidiana.

De 1991 a 1994, ambas participaron  también del suplemento Cultura y Educación, editado por Julio Carreras. Eran cuatro hojas de un diario en formato sábana, y a mi cargo estaba la última página, la contratapa Educación, destinada a la comunidad docente y en la que por supuesto había secciones permanentes: Magistri Vox (cartas de lectores docentes), una columna de efemérides, un artículo informativo orientador acerca de la utilización del diario en la escuela y entrevistas u otros artículos con elementos conceptuales, siempre con un propósito formativo en relación a la docencia. Esa página de Educación recibió en 1995 el Primer Premio de “Columnas Educativas en Medios Gráficos”, otorgado por el Periódico Novedades Educativas de Buenos Aires, que en ese momento era una publicación mensual y organizaba congresos.

Un tema que Ana Castiglione no puede soslayar, viniendo del riñón de los propietarios del diario, es que por esos años era impensado que una mujer pudiera ocupar espacios de mayor jerarquía o con mayor poder que los hombres. “Creo que en la estructura del diario se evidenció ese sesgo sexista. Me parece que era impensable que una mujer fuese jefa de redacción, hasta por una cuestión de tradición familiar, creo que nunca una mujer de la familia hubiera llegado a un cargo gerencial, eso está claro. Y actualmente, si bien avanzamos a nivel de los discursos, falta mucho a nivel de prácticas”, opinó.

 

Ana María Amado, pionera de la televisión y el periodismo con perspectiva de género

Una de las primeras incursiones femeninas en la televisión santiagueña que se recuerde fue  la de Ana María Amado, allá por la década del 60. Aunque ese paso fue fugaz, y su figura alcanzó luego mayor notoriedad en el mundo del cine y la política, como militante y docente, hasta fallecer en 2016.

Ana María Amado estuvo radicada en Buenos Aires y antes de ejercer la crítica de cine y la docencia en la UBA, se interesó por el periodismo. Junto a Hugo Cesca, condujo el primer informativo local, en Canal 7, a mediados de la década del 60.

“Por su figura, comienza a participar como modelo de ropa,  y a participar en alguna publicidad televisiva”, explica Jorge Amado, hermano de Ana María, al ser consultado para este trabajo de investigación. “Por esos años (65 o 66), le llega la propuesta de hacer un programa televisivo que se llamaba ‘La Peña Talacasto’, junto a un conocido locutor de aquellos tiempos, de apellido Argañaraz. Por supuesto, todo era nuevo en aquella época, sólo la audacia de Ana y el equipo técnico del canal podían sacar adelante un programa de varias horas de duración. También hizo un  programa (o un segmento, no me acuerdo bien) de ‘Crítica Literaria’. Por su propia cuenta escribió a todas las editoriales de Buenos Aires, y le mandaban los últimos libros y ella los comentaba”.

Simultáneamente, por eso años, le propusieron a Amado hacer el noticioso local de Canal 7 junto a Hugo Cesca, y luego comenzó a hacer entrevistas a personalidades políticas y culturales que visitaban la provincia.  Todo eso lo hacía mientras seguía sus estudios en la UCSE, en donde se graduó en el año 1968. En el año 1969 viajó a Estados Unidos, participando de una beca en un programa de “Jóvenes destacados”.

Fue un breve periodo de Amado en la TV por aire de la provincia, hasta que decidió  instalarse en Buenos Aires, lugar que le abrió nuevos rumbos en el periodismo a sus 27 años. Allí se le presentó una gran oportunidad, ya que en 1972, Ana María condujo junto a César Mascetti el incipiente noticiero de Telenoche por Proartel (actual Canal 13), convirtiéndose seguramente en la primera santiagueña en llegar a un medio nacional de reconocida trascendencia.

Según rememora Jorge Amado, “unos funcionarios del Canal 11 de Buenos Aires vieron a Ana María en Santiago y le propusieron trabajar como periodista en ese canal; ella  vino a la Capital hacia fines del año 69 y principios de los 70; en sus comienzos trabajó (en reemplazo de Mónica Mihanovich), con César Macetti, Julio Ricardo y Chacho Marchetti. También tuvo un programa en Radio Nacional con Norman Briski”, relata.

En 1972, y desde Buenos Aires, Amado entrevistó curiosamente para Canal 7 de Santiago del Estero al Dr. Ricardo Balbín, que por entonces iniciaba su campaña electoral camino a las elecciones presidenciales de 1973 junto a su principal competidor: Juan Domingo Perón.

En dicha entrevista, una experimentada notera interrogaba con mucha soltura y sin dejar nada al azar al Dr. Balbín sobre el panorama electoral nacional, cómo solucionar el éxodo del poblador santiagueño rural, la posibilidad en ese entonces de un acuerdo con Juan Domingo Perón para pedir a la dictadura elecciones libres y las medidas concretas que tomaría en el caso de ser electo mandatario para beneficiar a Santiago del Estero en cuanto a desarrollo económico y productivo.

Al final de la nota, puede notarse casi desapercibida una perlita del candidato radical hacia la periodista: cuando Amado cierra la entrevista agradeciendo a Balbín por el tiempo concedido, éste la interrumpe con tono irónico diciéndole: “Además no vota”, a lo que rápidamente ella le contesta: “¡Claro que sí, voto! ¿Cómo qué no?…”, contestación que luego obliga a retraerse a Balbín diciéndole siempre en tono jocoso: “No, digo que además nos vota”.

Luego de esta corta experiencia mediática tanto en Santiago como en Buenos Aires, Ana María conoció al filósofo y escritor Nicolás Casullo, con quien se exilió a México en 1974 tras sufrir ambos persecuciones políticas por su simpatía explícita al peronismo, hasta poder retornar al país recién en 1983, durante la presidencia de Raúl Alfonsín.

En el año 74, según cuenta Jorge Amado, Ana María “estaba trabajando en el noticiero de Canal 7, con Perón e Isabel (Martínez) en el Gobierno. Ese año viajó a muchas partes del mundo, acompañando a ministros y funcionarios del Gobierno. Me acuerdo de dos viajes: uno con José Ber Gelbard  (exministro de Economía) a un país de Oriente y otro con Isabel de Perón a Libia; en este último país, entrevista a Muamar Gadafi, quien le regala una daga que él usaba”.

“Por un lado, militaba en Montoneros y, por otro, era la chica bonita de las noticias detrás del escritorio”, escribió alguna vez Liza Casullo, hija de Ana María, al recodar a su madre fallecida en 2016.

Jorge Amado, hermano de Ana María, aporta sobre los años de la periodista en el campo de la política: “era militante en Montoneros, no en la clandestinidad, como periodista, junto a Nicolás Casullo, también periodista e intelectual, con quien se casaría en noviembre de 1974. En esos días, Casullo recibe una amenaza telefónica que suponían prevenía de las Triple A, y deciden emigrar. En primer lugar van a Venezuela durante dos años, y luego a México, en donde Ana realiza una importante tarea periodística para algunos diarios mexicanos”.

En ese país, Amado había terminado de precisar el campo de su interés: el cruce entre el cine y las relaciones políticas. Su casa del barrio de Almagro (Buenos Aires) se convirtió luego en un espacio de puertas abiertas para volver a pensar los temas republicanos. En los noventa su actividad académica se terminó de consolidar. Fue titular de la Cátedra de Análisis de Películas y Crítica Cinematográfica en la Carrera de Artes, donde también fue directora de la carrera durante dos períodos. Y fue sobre todo una de las fundadoras del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA, donde trabajó con las estudiosas que lograron marcar ese campo en la última década, como Dora Barrancos y Nora Domínguez, entre otras.

Amado falleció en 2016. En sus últimos años fue corresponsal en Argentina de Fempress, la Red Alternativa de Prensa Feminista para América latina, con sede en Santiago de Chile. Desde allí desarrolló una estrategia de información y comunicación para América Latina con el fin de visibilizar la problemática femenina y contribuir a una mejor equidad entre hombres y mujeres.

 

María Rita Oubiña, de la televisión a la gráfica y al periodismo institucional

Fueron varias las mujeres que hicieron luego un destacado camino en el periodismo santiagueño, logrando marcar un antes y un después en los medios de comunicación, no sólo por ser las primeras en formar parte de un staff hasta ese entonces solo masculino, sino por haber demostrado capacidad, una mirada innovadora, sensible y profunda.

Una de ellas fue María Rita Oubiña, que en 1989 inició su trayectoria en Canal 7, espacio que le permitió explotar todo su conocimiento y aprender un mundo que hasta en ese entonces solo conocía por herencia familiar y por el estudio.

“De chiquita lo supe, quería ser periodista – cuenta María Rita – mi papá y mi abuelo lo fueron. Mi abuelo fue el primer director de la entonces radio Del Norte. Iba a la cancha con su máquina de escribir y luego, como no había elementos técnicos para transmitir en directo, volvía a la radio y, con los elementos del radioteatro, se imitaba el golpe del botín en la pelota, y Fidel Oubiña, mi abuelo, transmitía el partido en un falso ´vivo y directo´. Mi papá siguió el legado”.

“Cuando llegaban las vacaciones le pedía a mi padre de regalo, cuadernos para hacer mis propias revistas, donde dibujaba y ‘entrevistaba’ a mis estrellas favoritas de las series del momento. Mi primera experiencia laboral fue clandestina, en dos radios FM cuando todavía eran ilegales”.  La primera gran oportunidad fue en Canal 7: “Fui primero movilera, luego hice piso y llegué a ser jefa de noticias. Lo hice con pasión profunda. Era todo terreno. Fue para mí Canal 7 una gran escuela, aprendí mucho de tele, hasta edición, en fin,  todo lo que requiere el  rubro. Cuando hice el noticiero, éramos dos mujeres. Allí conocí a Sofía Vega, una gran compañera. Al revés de lo que se puede pensar entre dos mujeres que hacíamos cámaras. No había rivalidad, al contrario, sino mucho compañerismo”, revela.

Consultada sobre su experiencia y trato con sus compañeros, María Rita destacó en primera instancia que “era una cuestión de actitud: me lanzaba a hacer lo que amaba y se ponderaba mi eficiencia. Nunca percibí ni remotamente la discriminación por ser mujer”, reconoce.

Sin embargo, recuerda episodios que vivió en medios que estaban formados casi completamente por hombres: “Recibí palazos de un colega varón cuyo nombre me reservo. Es relativo el tema de las relaciones laborales y personales. Yo hice todo lo que quise en el medio y avancé sobre lo que amé y amo de esta profesión. Los únicos límites son personales”.

Sus inicios en el canal comenzaron en el año 1989 y se extendieron hasta fines de 1994, su conocimiento en periodismo la llevó a formar parte del staff inicial de la revista La Columna. “Allí, como grupo de trabajo, elegíamos temas y mis propuestas eran escuchadas y bienvenidas siempre”, evoca.

De manera anecdótica, detalla que si bien jamás sufrió discriminación por ser mujer en el medio, sí destaca, un caso vivido: “Una sola vez el Círculo de la Prensa de Santiago del Estero me entregó un premio por Investigación Periodística, recuerdo que dijeron: ‘a pesar de ser mujer’. Yo mientras iba al escenario empecé a decirle a mi colega: ‘¿cómo dices?’,  con un impostado enojo. El comprendió enseguida y se corrigió. En definitiva, si el machismo estaba, pasaba por mi costado. Yo estaba demasiado enamorada del periodismo”.

Después de haber recorrido destacados medios de comunicación, María Rita Oubiña pasó a formar parte del equipo de periodistas del área de Prensa del Gobierno de la Provincia. En diciembre de 2013, se convirtió en la “primera mujer en democracia” (ya que durante la última intervención federal se designó a Silvina Oberti) en ostentar el cargo de Subsecretaria de Prensa y Difusión, durante el mandato del Dr. Gerardo Zamora.

Sobre su paso por la función pública, cuenta: “Fue una experiencia inolvidable, contra todo prejuicio, el hecho de ser mujer no hizo mella, al contrario, fui bien recibida y respetada. Fue un trabajo full time, un curso acelerado de la función pública que si ostenté un cargo de carrera administrativa, el de Subsecretaria de Prensa nunca había ejercido la máxima responsabilidad y creo haber estado a la altura de las circunstancias”.

 

Periodismo de investigación en manos de mujeres

En la etapa que hacemos mención sobre la incursión de mujeres santiagueñas en los medios gráficos, citamos la experiencia de Mónica Moya, quien luego de su corto paso por Nuevo Diario, tuvo una reconocida participación periodística en el diario El Liberal durante 6 años, con la investigación de temas importantes, que incomodaron al poder de turno por la fuerte denuncia social.

“Mi trabajo en el diario El Liberal significó un antes y un después en mi vida – relata Mónica Moya – cuando ingresé, era apenas una joven estudiante con alma de periodista, con la sangre en ebullición a causa de la fiebre por las noticias. Allí fui formada por colegas que fueron verdaderos maestros para mí: José Curiotto (que unos años más tarde partió a Santa Fe, donde actualmente reside, quien me inició en periodismo de investigación); Juan Carlos Hourcade (editorialista del diario, profesor de Propedéutica de la Comunicación, que me forjó con una alta vara ética); Oscar Gerez (un ícono de la redacción, que me dio el timing y entrenamiento necesario para ser competitiva) y mis compañeros y amigos, que fueron verdaderos maestros, tanto del periodismo como de la vida: Gabriela Luna Catán, Mónica Andrada, José Aranda, y Oscar Soria”.

A principios de los 90, Mónica Moya pudo liderar equipos de investigación sobre una enorme variedad de temas, que me permitieron correr el velo y conocer Santiago a los 19 años. Su realidad y sobre todo la marginalidad que estaba detrás de las avenidas o campo adentro. “Hice series sobre ‘Vivir en las afueras’, que incluía a los marginales sociales, claro: prostitución de hombres; curanderos; desarrollo de sectas; travestis; desnutridos; y casi todas las facetas de la pobreza. También entrevisté a los hijos del prófugo y ex gobernador César Iturre; y a íconos de la historia del siglo XX santiagueño como Carlos Juárez, previo al santiagueñazo; o al obispo Gerardo Sueldo, antes de su accidente fatal…”.

Con Oscar Soria (quien se desempeña actualmente en Estado Unidos), Moya compartió un premio del diario La Nación por un trabajo sobre hidroarsenicismo en Santiago, “una enfermedad ocasionada por el consumo de agua con altos índices de arsénico, que provoca heridas y costras en las plantas de las manos y de los pies, y, luego de un tiempo, un imparable cáncer con repentinas metástasis”, señala y ahonda: “Tuve luz verde para ´’salir a descubrir el mundo’ y para denunciar injusticias… mi investigación sobre hidroarsenicismo, en el tiempo del gobierno de (Carlos Arturo) Juárez, hizo que el Estado provincial enviara al diario un informe “psicológico”, hecho por una supuesta profesional en la que trataba de desvirtuar la denuncia. Esto fue denunciado la Asociación de Diarios de la República Argentina. Fue un tiempo de oro para el periodismo en El Liberal. Después las cosas cambiaron”.

Además del reconocimiento de La Nación, la investigación sobre hidroarcenisismo recibió también un premio en el concurso Periodismo y Salud, organizado por el Laboratorio Merck Sharp & Dohme Corp., con 5 mil dólares para ambos galardonados.

El informe se tituló “Como agua mala, una investigación sobre el hidroarcenicismo en Santiago del Estero, y los efectos del consumo del agua con arsénico en el interior”. El jurado que valoró este trabajo de investigación, estuvo integrado por el periodista Nelson Castro como presidente y Paula Andalo de Clarín; Nora Bär, periodista científica de La Nación y Ricardo Pipino de Canal 13.

Después de la publicación, El Liberal había señalado que las entonces autoridades sanitarias no se habían hecho en buscar una solución a este problema ambiental y de salud que perjudicó a un importante grupo de personas de los departamentos Banda y Figueroa.

 

Un largo camino por desandar

Los medios de comunicación son un mundo complejo, controversial  y atrapante. Quienes hemos ingresado a desempeñar  funciones en ellos, lo hemos hecho ya con una cierta igualdad entre hombres y mujeres, y con ciertos derechos adquiridos. Esta investigación exploratoria nos permitió entender la importancia del trabajo compartido entre mujeres y hombres, saber que mediante la pluralidad de miradas y experiencias, se pueden lograr consensos, a pesar de algunos disensos, que es lo que se necesita para el tratamiento de cualquier información.

El trabajo refleja el comienzo visible de las mujeres en los medios locales, quizás no sean las primeras en su amplia expresión, pero sí quienes han iniciado en este camino de incorporación femenina al staff de medios de comunicación en Santiago del Estero.

Afortunadamente hemos podido empatizar con las vivencias de aquellas mujeres que durante sus primeros pasos en los medios han dado una lucha por la igualdad, el reconocimiento y por sobre todo en posibilidades de un lugar en el trabajo y su visibilización. Esta lucha que desde la década de los 40 hasta hoy ha materializado grandes logros y han cimentado las bases para un trabajo digno y de mayor igualdad en los medios de comunicación local.

Hablar de la inserción de las mujeres en los medios de comunicación de Santiago del Estero implica mirar más allá del ejercicio de la profesión. La lucha por la igualdad de derechos de las mujeres es un tema que se debate desde hace mucho tiempo, y los avances se logran de acuerdo a la predisposición de las sociedades en reconocerse como tales, iguales (en su más amplio sentido) entre hombres y mujeres.

Es preciso señalar además que muchas de esas primeras mujeres en medios locales estuvieron cumpliendo funciones en la base de la pirámide de las empresas y muy pocas en la cúspide, es decir, la gran mayoría cumplió tareas de cronistas, locutoras y en casos muy contados en cargos más jerárquicos.

Es así como en esta construcción de historias de vida profesionales, encontramos ejemplos  de convicción y de lucha por un lugar de reconocimiento en contextos de trabajos a veces mezquinos, y otras veces de gran valor y estima social por el aporte que ellas hicieron a la sociedad de su tiempo.

 

 

Trabajo realizado en la cátedra de Historia de los Medios / Docente a cargo: Ernesto Picco

 

 

Notas

[1] En el sitio web Mileniomdq, el periodista Alfredo Peláez, rememora vieja anécdotas del Santiago de ayer y evoca entre tantos, al locutor fallecido en 2011: “el pibe” Hernández, que según Peláez, fue el último sobreviviente de aquella camada de LV 11, la desaparecida “Radio del Norte” que hizo su primera transmisión en agosto de 1937. También, menciona que los periodistas relatores de boletines que por muchos años se mantuvieron en ese rol eran Amleto D’Aloiso, Jesús Gorosito, Rubén Chorén Martínez, Pedro Vozza Solá y Fidel Oubiñas.

[2] A medidados de los años 80, las locutoras Norma Filas, Zuly Braia, Nuchy Bazzarelli de Kerszberg y Teresita Gómez -mencionadas por Ruiz- adquirieron una relevancia importante en el medio, ya que su participación fueron claves, porque el color de la voz de la mujer fueron significativas en tiempos en donde comenzó a notarse la co-conducción en radio.

[3] Teniendo en cuenta este antecedente, la escritora santiagueña colaboró para este medio con sus crónicas literarias allá por la década del 40, como según lo cuenta María Teresa Pappalardo (f) en su libro  “Diccionario Biográfico Cultural Santiagueño”, destacando además que Quenel colaboraba para revistas de la época, como ser “Hogar”, “Maribel” y “Aquí está”.