El relato del déficit fiscal como arma para ajustar el sistema de ciencia y educación

Los anuncios del ajuste han puesto la superación del déficit fiscal como la gran meta nacional. Con este horizonte se han realizado numerosos recortes en ciencia y tecnología en los últimos dos años y medio. Te mostramos los números, el impacto en Santiago y analizamos el relato de los economistas ortodoxos.

 

 

Por Mariano Parnás*

 

Existen diferentes panaceas para el desarrollo (Easterly, 2003): inversión en infraestructura, educación, control demográfico, tecnología, entre otras. En Argentina, el discurso de la ortodoxia económica coloca en el lugar del santo grial o la piedra filosofal a la eliminación del déficit fiscal (1). Se afirma que fuimos uno de los países más desarrollados del mundo a comienzos del siglo XX, pero cometimos el pecado original de comenzar a gastar más allá de nuestras posibilidades a partir de la primera presidencia de Juan Domingo Perón. Valga un ejemplo. En su último discurso, luego de que el tipo de cambio superara los 40 pesos, el presidente Mauricio Macri sostuvo:

 

Claro que querría darles más aumento a los profesores universitarios, también a los enfermeros, policías. Me encantaría tener más presupuesto para ciencia y tecnología, donde se construye el futuro del país… Pero nuestro problema es que para empezar a construir el país que queremos y para hacer esas cosas y más, tenemos que equilibrar nuestras cuentas. Cualquier estrategia de desarrollo tiene que empezar por ahí, con un Estado que gaste menos que lo que ingresa… Décadas y décadas arrastrando este mismo problema… Es un fracaso que en 70 años no podamos resolver nuestro equilibrio fiscal”.

 

Sin embargo, cualquier análisis detenido sobre las tendencias a largo plazo del PBI per cápita argentino muestran claramente que el cambio estructural contra el crecimiento se produjo a partir de las políticas implementadas por la última dictadura militar (Schorr, 2018; Kulfas, 2016; Gerchunoff y Llach, 1998).

Es importante comprender este discurso contrafáctico, ya que a través de él se pretende justificar el ajuste que el sistema nacional de ciencias y educación viene sufriendo desde el día 1 de la Alianza Cambiemos en el poder y que acaba de coronarse con la eliminación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT). La inversión en estas actividades es fundamental para mejorar el bienestar de nuestros pueblos, cuestión no solamente reconocida a nivel mundial por una amplia mayoría de científicos, políticos y profesionales, sino también por el mismo presidente en el discurso citado más arriba.

Pero el embate gradual contra la ciencia y la educación se agudizó lo que va del año luego del acuerdo con el FMI. Algunos de los organismos que vienen sufriendo este flagelo son el INTI, INTA, CONAE, SAF, CONICET y las universidades nacionales. En Santiago del Estero, por ejemplo, la SAF ha sido prácticamente desmantelada (con más de 100 despidos), INTA ha sufrido un profundo recorte en el presupuesto que impide su normal funcionamiento (2) y en CONICET se ha truncado el ingreso a la carrera de investigador científico a doctores radicados en la provincia de primer nivel (3).

Las universidades son víctimas de recortes en el presupuesto (entre 2015 y 2018 cayó entre 8 y 12% en términos reales (4)), en becas estudiantiles (5) y en el freno en las obras de infraestructura por más de 3000 millones de pesos (CIN, 2018). Las retribuciones reales de los trabajadores de todas estas instituciones vienen siendo recortadas en términos reales (6). Esto último impacta fuertemente en la inversión en ciencia y educación, ya que estas actividades productivas forman parte del sector servicios, intensivas en trabajo, donde se calcula que aproximadamente 90% de los prepuestos se destinan al pago de salarios.

 

Preguntas sobre el déficit fiscal

 

Ahora bien, con respecto a la reducción del déficit fiscal, surgen los siguientes interrogantes:

¿Cómo se pretende reducirlo? Mediante la contracción del “gasto” del Estado. En los primeros dos años se recortaron subsidios, destinados principalmente al sector energético y a empresas públicas proveedoras de servicios, como Aerolíneas Argentinas. También se aplicaron, desde el Ministerio de Modernización, planes de “dotación de planta óptima”, recortando personal en instituciones como SENASA, INTI o SAF, y reduciendo el gasto corriente en INTA. En la actualidad se está produciendo una brutal retracción en la obra pública.

¿Era el momento oportuno para bajar el gasto público? Según cualquier manual de economía básica, ante la “tormenta” detectada por el gobierno, generada parcialmente por la sequía local y la suba de la tasa de interés de EEUU, se deberían haber aplicado medidas contra-cíclicas, como las implementadas durante la última crisis financiera internacional por la mayoría de los países del mundo.

¿Qué actores y sectores hicieron el esfuerzo de “ajustarse el cinturón”? Siguiendo al “famoso politólogo” Alfredo Casero, ante el incendio de una casa y el frío exterior, en lugar de pedir flan infantilmente, todos deberían atender seriamente la emergencia y colaborar con su granito de arena. Sin embargo, mientras la industria sufre, los trabajadores ven licuarse su salario real y se ajusta en ciencia y educación, por otro lado, el sector energético posee las tarifas dolarizadas, el sector exportador de commodities goza de la reducción de retenciones a las exportaciones (7) y del aumento en el tipo de cambio, que ya superó el 100% desde principios de año, y el sector financiero festeja las ganancias obtenidas por especular con el precio del dólar y las tasas de interés (al momento de escribir este artículo la tasa de interés de referencia ascendía a un demencial 60% y el dólar rozaba los 40 pesos).

 

 

¿Existe otro camino? No, ya que el segundo obstáculo para nuestro desarrollo sería la elevada presión fiscal argentina, según la visión ortodoxa del gobierno nacional. Sin embargo, se podría pensar en al menos otras dos. Por un lado, podría dotarse de mayor progresividad al sistema tributario argentino, sobre todo considerando que su estructura es opuesta a la de los países “desarrollados”: en nuestro país los impuestos al consumo (IVA) son más importantes que los respectivos a los ingresos y las ganancias (Además, se podría reimplantar el impuesto a la herencia, eliminado por la última dictadura militar). Por otro lado, una política de reactivación económica redundaría en un incremento en la recaudación tributaria.

¿Fue eficaz la reducción del gasto para bajar el déficit? No, ya que paralelamente se redujeron los ingresos por la quita de retenciones a las exportaciones de commodities y se disparó el pago de intereses de la deuda externa. Además, la deuda en dólares produce que la depreciación de la moneda incremente el monto de intereses que debe pagar el Estado. Según ASAP (2018) el déficit fiscal financiero (incluyendo el pago de intereses de la deuda) pasó de 5,2% del PBI en 2015 a 6,0% en 2017. Si bien en el 2017 se redujo el déficit primario (sin incluir el pago de intereses), el déficit financiero aumentó, ya que la carga de los intereses se incrementó de 1,6% del PBI en 2016 a 2,1% del PBI en 2017.

Asimismo, según el último informe de seguimiento fiscal del Ministerio de Hacienda (julio 2018), comparando los valores acumulados hasta julio de este año contra los mismos valores del 2017, se tiene lo siguiente:

  • El gasto en intereses ya va aumentando un 58,7% en el 2018 (a eso habría que agregarle el efecto del dólar a 34,50$).
  • El gasto en intereses ya representa el 15% del total de ingresos tributarios.
  • El “gasto” en capital ya cayó un 19,8%. Y a eso habría que sumarle el efecto de la inflación, por lo que la caída real es aún mayor.
  • Aunque el déficit primario mejoró en 27,8%, al sumar el pago de intereses se observa que el déficit financiero empeoró un 8,8%.

 

Desregulaciones y liberalizaciones similares a las que nos llevaron a desmantelar gran parte de nuestro Estado Benefactor, reprimarizar nuestra economía y retornar a la restricción externa (antes del golpe de Estado de 1976, Argentina contaba entre sus exportaciones con 15% de producción industrial), endeudar al Estado y generar las condiciones para el estallido de las crisis de 1982, 1989, 1994 y 2001, vuelven a aplicarse en nuestro territorio y ante las consecuencias desfavorables de la implementación de dichas políticas, Las respuestas son las mismas de siempre por parte de la ortodoxia: más liberalización, más desregulación y más recorte del “gasto”. Por ello, en este triste contexto, donde la sociedad en general y el sistema educativo y científico en particular son víctimas una vez más, la Universidad debe alzar la voz e iluminar el camino que permita avanzar en mejores condiciones de vida para nuestros pueblos.

 

* Docente de del Seminario de Economía Política en la Licenciatura de Periodismo.

 

Notas

(1) Cuando los gastos públicos son mayores a los ingresos, se produce el déficit fiscal y se calcula como la diferencia entre los ingresos y los gastos. Una parte de estos gastos son intereses que se deben por deuda contraída en el pasado. Cuando no se tienen en cuenta estos intereses para calcular el déficit fiscal, se habla de déficit primario. Cuando se incluye el pago de intereses, se habla de déficit financiero.

(2) En enero de 2018, por ejemplo, todas las unidades ejecutoras debieron aplicar un ajuste en sus presupuestos del 24% sobre el valor nominal recibido en 2017, en un contexto de alta inflación y depreciación del peso.

(3) En diciembre de 2016, el CONICET anunció los resultados de la convocatoria para ingresar a la carrera del investigador y se generó una crisis importante. Para peor, la reacción del MinCyT sólo complicó la situación. Negó la existencia de una meta de crecimiento del 10% en la cantidad de investigadores del CONICET, que figuraba en el AI2020. En los próximos años, las posibilidades de ingresar de los jóvenes que recién finalizan su doctorado será cada vez menor. (Aliaga, 2018).

(4) La diferencia entre una variable “real” y una “nominal” es que la primera incluye el efecto de la inflación. Por ej., si la inflación es de 30% y nuestro salario aumenta un 10%, habrá caído aproximadamente un 20% en términos “reales” o si un presupuesto cae un 20% en términos “nominales”, en términos “reales” habrá caído un 50%. Los términos reales indican el poder adquisitivo de un número.

(5) Las becas para carreras prioritarias disminuyeron de 39.715 en 2015 a 29.520 en 2017; y las becas para estudiantes de bajos recursos cayeron desde 23.019 a 14.985 en 2017. La política de recortes también llegó al programa PROGRESAR que hasta el año pasado se ejecutaba en ANSeS, y que en 2018 está a cargo de la SPU y se incluye en su presupuesto. En 2017 no sólo se detuvo la tendencia creciente del período 2014-2016 sino que además se redujo en 27.748 la cantidad de becarios” (IECCONADU, 2018).

(6) Un docente universitario en el 2016 perdió 1,19 salarios en poder de compra en comparación a diciembre de 2015. Luego, en el año 2017 si bien la diferencia entre inflación y paritarias no fue tan alta, al medir valores acumulados se arrastra la pérdida del año anterior en conjunto con los retrasos en las cuotas de aumento. Esto derivó en que ese año la pérdida sea de 1.28 salarios, la más alta en toda la serie. Finalmente, en el año vigente, debido a los aumentos que ocurrieron a finales de 2017, disminuyeron estas pérdidas pero que aún siguen siendo considerablemente grandes. Y es que en tan solo 6 meses los docentes llevan perdidos contra el salario base de diciembre de 2015 un salario entero” (UNDAV, 2018).

(7) Mientras se escribía este artículo, se anunció la incorporación de un derecho a las exportaciones primarias de 4 pesos por cada dólar. Sin embargo, la medida es transitoria y considerada por el ministro de hacienda como “mala, malísima pero necesaria en un contexto de crisis”. La reversión estructural de la baja a las retenciones no fue contemplada.

 

Bibliografía y fuentes consultadas:

http://chequeado.com/ultimas-noticias/pena-nuestro-compromiso-con-la-universidad-publica-se-refleja-en-el-presupuesto-que-hemos-duplicado-en-estos-tres-anos-de-gobierno/

http://docs.asap.org.ar/public/doc/APN%20Julio%202018

http://iec.conadu.org.ar/files/publicaciones/1524238239_informe-2018compressed.pdf

http://undav.edu.ar/general/recursos/adjuntos/21360.pdf

http://www.cin.edu.ar/nota-p-n-80005-jefe-de-gabinete-de-ministros/

https://www.argentina.gob.ar/noticias/consenso-entre-la-dirigencia-para-resolver-un-problema-que-lleva-mas-de-70-anos-en-el-pais

https://www.elcohetealaluna.com/conicet-increiblemente-menguante/

https://www.minhacienda.gob.ar/resultados/resultado-fiscal-julio-2018/

Easterly, W. (2003). En búsqueda del crecimiento. Barcelona: Antoni Bosch.

Gerchunoff, P. y Llach, L. (1998). Los ciclos de la ilusión y el desencanto. Buenos Aires: Planeta.

Kulfas, M. (2016). Los tres kirchnerimos. Buenos Aires: Siglo XXI.

Schorr, M. (2018). Apuntes del doctorado en economía. UNR.